miércoles, 3 de diciembre de 2008

Como decía...

…era ya de noche, los ojos de Yusek no apartaron por un buen rato la mirada del oscuro e invisible horizonte solo decorado por el muy tenue contorno de una montaña. Tan pensativo, parecía que intentara encontrar en todo aquel inmenso vacío la respuesta a todo ese incomprensible miedo que siempre había sentido y que hasta ese mismo día no se había percatado y analizado. Aquel vacío que observaba, le recordaba al suyo propio, al que había sentido toda su vida hasta hace un momento, hasta que apareció el pequeño ser que perturbó su calma interior y la paz de su sagrado lugar.

Giró su cabeza a la izquierda donde se hallaba la hoguera que los calentaba, se quedó otro buen rato observando al ser anaranjado, el cual devoraba con ansia otra manzana e, impaciente, tenía esperándole una pera con muy buena pinta.

El ser se percató que le observaban y miró alegremente a su vigilante, este apartó la mirada en un fugaz movimiento mitad de alarma y mitad timidez. El ser, mientras seguía comiendo, admiraba a su gran protector que le había salvado de uno de los mayores males que hay, el hambre, con lo que, una vez terminada su manzana, agarró la pera y se acercó a Yusek.

Yusek vio por el rabillo del ojo como su pequeño compañero se levantaba, un miedo aún mayor le invadió, pero no supo que hacer, estaba entre incomodo pero emocionado por algo nuevo que jamás había sentido, su cuerpo y mente parecían no querer reaccionar confusos ante tanta nueva experiencia. Su supuesto enemigo que le propinaba aquellos malos momentos le abrazó por la espalda, a Yusek le dio un vuelco el corazón y solo pudo oír un leve <>. Ya alarmado del todo y con la mente a punto de estallarle se levantó bruscamente soltandose y alejandose de su acosador, este, confuso le preguntó que le ocurría, a lo que Yusek no contestó e intentó retirarse a dormir a un lado de la confortante hoguera. Desilusionado, el pequeño “atacante” siguió con su pera antes de dormir caliente al lado de la hoguera, muy cerca de Yusek para sentir bien su presencia.

Bien entrada la noche, Yusek solo había podido dormir un pequeño rato, ya que no conseguía pegar ojo sabiendo que aquello se encontraba a su lado, tanto que le podía escuchar respirar muy levemente. Escuchando aquella respiración, dejaba perder su mente en pensamientos confusos y violentos, como esperando que algo terrible fuera a ocurrir, pero en toda la noche no ocurrió nada, solo que notó como el pequeño desconocido se arrimaba más a él buscando calor, como una cría que se acercaba a su madre buscando protección y cobijo. Entonces, Yusek pudo entender que su visitante inesperado tan solo era un niño, tan niño como lo fuera él, temeroso de todo lo que le rodeaba y que tan solo buscaba un lugar en el que refugiarse. Recordó a su difunta madre, con lo que Yusek pudo notar un intento de lagrima en su ojo; había olvidado tantas cosas desde que decidió encerrarse en aquel lugar, es más, desde que decidió encerrarse en sí mismo olvidando lo que él era y todo lo que representaba el mundo en sí. Ya más esclarecido, se dio la vuelta y abrazo al pequeño esperando reconfortarle y quitarle el miedo que no era necesario.

Ya era medio día, su pequeña compañera, Yis, agarraba con fuerza e ilusión la mano de Yusek. Esta le miraba inocentemente y con una sonrisa en la cara, que consiguió arrancar de Yusek un pequeño recuerdo de su mente con la consecutiva medio sonrisa de nostalgia.

La pequeña le arrastraba con las dos manos hacía la entrada del camino tapado, pero Yusek seguía sin estar seguro de aquello y oponía una pequeña resistencia de inseguridad. Una vez a la altura de la entrada, Yis lo soltó y empezó a apartarlo todo; las hojas, piedras y ramas que ocultaban aquello. Yusek no intentó impedirlo aunque en el fondo se sintiera como si le aplastaran el pecho violentamente. Quizá la pequeña Yis tenía razón después de todo, así que decidió ayudarla a abrir el camino ya más decidido que antes.

Una vez terminaron, Yis le cogió la mano de nuevo, su dulzura sin ningún tipo de malicia traspasaba cualquier barrera emocional de su gran acompañante, dejándolo confuso sin saber nunca como reaccionar. << ¿Vamos?>> dijo entusiasmada mirando a los tristes ojos de Yusek, este, no dijo nada, simplemente caminó hacía delante cruzando el umbral prohibido, rompiendo así lo que le encadenaba a aquel lugar eterno, a cambio de conocer el mundo que tan pacientemente siempre le había esperado.

Su corazón empezó a relajarse una vez se alejaban de allí, empezó a sentirse extraño pero a su vez cómodo. Miró a su a partir de ahora fiel compañera y le sonrió, miró hacía delante y, sin mirar atrás y decidido, empezó su búsqueda de conocer el mundo y, sobretodo, de encontrarse a sí mismo.

1 comentario:

Vantysch dijo...

Nos ofreces tu luz aleatoriamente o quizás llevado por aquello que te guía. Devoro con avidez todo lo que escribes y en este texto has conseguido hacerme sentir como cuando leía literatura fantástica de pequeño.

Tienes algo que me encantaría tener: el don de elaborar una historia con un pasado y un futuro por escribir. Mientras yo tomo fotografías de la vida tu recreas y describes escenas y cuentas historias.

Enorme, como siempre, espero que te animes y nos regales más a menudo tus palabras.

Nos vemos ;)