miércoles, 22 de abril de 2009

Respuesta y reafirmación



El Escritor se hallaba sentado, ya había pensado todo lo que tenía que pensar y se limitó a tomar otra calada de aquel infierno con forma de cilindro, lo odiaba, pero el viajar a lo “profundo” no se lograba fácilmente.


Allí lo vio todo, como de costumbre, ese orden impuesto que previamente ya había repudiado pero que todas las mentes acostumbraban a pisar y seguir. Se lo preguntaba una y otra vez siempre que lo veía, ¿tan difícil es ser uno mismo? no se cansaría jamás de decirlo, pero aquel mundo parecía ser que carecía de oídos o al menos se limitaban a estar, simplemente.


Se levantó a apreciarlo todo como de costumbre, cada detalle, cada situación, cada fibra del telón de esa existencia producto de las mentes. Y de nuevo, actuó ante ello como solía hacerlo, sentándose en el mismo lugar donde había aparecido y mostrándose indiferente ante aquella creación magnánima. Los espíritus del lugar seguían sin entenderlo, y se balbuceaban unos a otros palabras cuerdas y vacías analizando a aquel hombre que no quería seguir el orden y dejarse llevar.


Entonces, un espíritu joven y astuto, que no conocía al extraño, se acercó a él para ofrecerle una de las maravillas de su mundo, un precioso cristal con forma de prisma que giraba sobre sí mismo en el aire, emitía un brillo tenue pero fascinante. El Escritor ante tal maravilla empezó a sentir curiosidad, acercó su mano lentamente para tocarlo y una vez lo logró, el frío tacto del objeto hizo que se estremeciera, pero sin sentir nada, un estremecimiento pobre. Decepcionado, El Escritor alejó su brazo.

El joven espíritu, indignado, hizo un gesto rápido para tocar el cristal, este, como reacción, empezó a girar más rápido sobre sí mismo, cambiando así de forma, apareciendo de su centro infinidad de pequeños extremos de vivos colores. Esto pareció causar de nuevo algo de curiosidad en El Escritor, cogió la figura y la observó, pero cuando se fijó en su centro la dejó otra vez vagar en el aire impasible. El espíritu desistió entonces decepcionado, dejando que aquel hombre siguiera en sus trece y se perdiera las maravillas que le habían ofrecido. Allá él entonces.


Más tarde, cuando el ocaso pintaba un alba de atardeceres, todo se tornó más brillante, y los espíritus que allí habitaban danzaron animados. El Escritor seguía inmóvil en su sitio, nadie sabía a que estaba esperando, ni quizás él lo sabía. Entonces, apareció, nadie supo de donde vino, pero allí estaba aquel hombre de mediana estatura, atléticas piernas y mirada rasgada junto a él. El Escritor pareció reconocerle y se quedó mirándolo fijamente, parecía mostrarle respeto.

El recién llegado hombre, estiró su brazo para ofrecerle algo, una especie de esfera, El Escritor la cogió sin titubear y la examinó, definitivamente era una esfera sencilla, simple, sin color, pero con algo extraño a su vez. Siguiendo examinándola, pudo apreciar algo entonces, toco con el dedo ahí y un punzazo de dolor le recorrió el cuerpo, sintió algo que lo dejó un poco jadeante.

El Escritor miró entonces hacía el hombre que le había dado aquello pero ya no estaba, miró a su alrededor y pudo apreciarlo a lo lejos por un camino vacío donde no pasaban los espíritus. Sin titubear, se levantó y se acercó a ese camino, siguiendo los pasos del conocido hombre que le había ofrecido aquello.

Los espíritus entonces se arremolinaron entre ellos, para balbucear de nuevo, y eternamente, aquella situación mientras los colores de aquel mundo se apagan sin siquiera percatarse.


El Escritor despertó sudoroso en la cama del hotel, era de los sueños más esclarecedores que había tenido nunca, quizás no propio de su estilo, pero sí de los más sinceros.

Bajó por las escaleras y dispuesto a salir por la puerta, pudo apreciar entonces a unos viejos conocidos en una mesa, los vio demacrados y centrados en algo que no estaba ahí, quizás la misma sustancia que a él los había llevado por mal camino. Decidió entonces no saludarlos y seguir su camino, le dio un vuelco al corazón pensando en esa situación en la que se hallaban y en como sus caminos ahora distintos se dirigían a distintos destinos. Al menos él tenía claro donde pisaba y que ese era el camino correcto que le llevaría a lo que tenía en mente…



viernes, 10 de abril de 2009

Una enorme piedra divagaba centelleante ante la inmensa oscuridad de la existencia...

Una enorme piedra divagaba centelleante ante la inmensa oscuridad de la existencia. Ahí, donde solo unos ojos imaginarios pueden ver, se hallaba aquello que se acercaba con prisa innecesaria hacía la gran esfera de color azul.

El golpe fue titánico, pero la piedra no sintió dolor, ella no era capaz de ello, pero comprendió ese concepto cuando llegó a su objetivo, el corazón de aquella esfera.

Dentro, empezó a tomar forma, empezó a comprender su alrededor, es más, empezó a entenderse a sí misma, como una existencia dentro de la misma existencia, un algo con mucho valor propio.
Todo entonces fue pura maravilla, no existían los contras, solo hermosura, conceptos que comprendió hace solo segundos. Entonces, hubo colores, lejanías, situaciones, tiempos y filosofía.
Una vez se sintió completada, pudo apreciarse como una hermosa mujer, una mujer delicada y creadora de vida.


Pero para la piedra todo esto solo duro un instante, el instante en el que comprendió el dolor, en el que comprendió el sufrimiento, tanto necesario como innecesario. Como un niño incapaz de enfrentarse a una dura y recién descubierta vida adulta, cayó de rodillas impotente a pesar de su enorme poder.

Sintió los ríos de sangre sucia correr por sus superficiales venas, los mares agónicos de infinidad inalcanzable, el negro cielo lleno de mosquitos de metal, las duras piedras resquebrajadas por la ambición así como también sintió los fuegos injustos dirigidos al milagro de la vida.
Pero, lo que más pudo sentir, fueron esas especies de hormigas, esas pequeñas, terribles y devoradoras hormigas que arrasaban sin comprenderse a ellas mismas, sin comprender al menos el daño que podían ocasionar. Aquel milagro era quizá un experimento fallido o quizás un niño enorme malcriado sin valores o ideales.

La piedra quiso morirse, pero no podía, amaba demasiado el todo que cada día readmiraba, el punto en la vasta existencia, ese punto imposible en aquella nada.
Decidió entonces aguantar, disfrutar de los pequeños detalles buenos y de la luz de las estrellas regalándole la vista hacía el todo. Quizás aquello no era perfecto, pero era lo que siempre quiso amar, el motivo que merecía la pena.


Al final, otro instante sucedió, y el dolor se calmó, pero hubo mucho sufrimiento, pero ello conllevó a su vez madurez, y una regeneración del espíritu. Una redención hacía un nuevo futuro, libre de males y ambiciones, llena de esperanzas y resurgidos colores. Un final que se espera y que hará volver sonreír tanto a aquella piedra como a la gran esfera azul…

Pero solo le quedaba esperar, esperar mientras sus ojos se humedecían eternamente de angustia concedida…