miércoles, 5 de mayo de 2010

Una Especie de Prólogo...

He olvidado como reír, como llorar, como amar e incluso de como olvidar… pero en esos días en que los caprichosos hilos de la existencia nos cambian de rumbo por unos instantes, uno aprende algo más allá de su mundo, algo que incluso aún regresando a los fosos de lo conocido se impregna y modifica agrandando aún más el agujero… ¿esto es bueno o es malo…?


Él estaba ahí, el ego, la sombra gris pero visible, el hombre del cigarro y la gabardina, el tipo de mirada interesante pero oculta, el del sombrero clásico y los rasgos sencillos. Él te pidió todo a cambio de nada, él te dio todo a cambio de nada… bueno, quizás solo una sonrisa más.

Ella, tú, no podía, su cara probablemente se agrietaría si lo hiciera por falta de uso, oxidada por tanta agua de arriba.

Llueve, no se puede ver nada, pero los ojos se acostumbran, así somos las personas, animales de costumbres y de olvidos rápidos y puede que incluso los únicos animales sin libertad, pero el ego acumulado a veces impide saberlo con claridad.


¿Quién eres? Me preguntas, por un momento él se extraña, pero luego entiende el otro sentido de la pregunta y el verdadero significado. Él decide contestar sinceramente…

Sigue lloviendo ¿por qué temes? Te pregunto, ella le mira y después de un rato inmóvil levanta el brazo tan lentamente como le es posible y señala alrededor, aparecen en escena decenas de figuras blancas con enormes ojos y cara de tener pocas luces. Simplemente miran, simplemente discurren y saborean hasta lo poco que tienen desarrollado este sentido.


Él los mira, jamás me acostumbraré a ellos, no sabe sus intenciones y ni las necesita, pero como odio no poder controlar y poder defenderse de sus ilógicas impuestas. La mira entonces a ella y le pide que los ignore.

“Sí solo fuera uno de ellos…” contesta ella “Pero al ser tantos me bloquean y no les entiendo” realiza una pequeña pausa” “Mira sus vacías miradas… ¿qué existen por existir? ¿Por el mero hecho de estar? No son conscientes ni de su propia realidad… dan asco y pena a la vez”

“Es irónico que diga eso alguien como tú” Ella, sin inmutarse, parece animarse un poco más. Lo mira a los ojos y parecen transmitirse ambos el mensaje que está claro.



Las gotas de arriba van cayendo y mezclándose, al llegar al suelo muestran el mundo que tienen dentro, la ciudad no conocida pero reflejada y mostrada a su vez a ojos de todos, la bella y moderna ciudad que refleja luces.


Esta ciudad de un tono azul casi verdoso enseña sus edificios demasiado modernos como para poder imaginarlos aún, pero sí podemos imaginar su música tan presente como el agua que le rodea.
Las ventanas de un azul diferente al agua son simétricamente perfectas, tanto, que nos parece imposible. ¿Qué divina simetría pudo concebir algo así? El humano jamás podrá alcanzar algo así piensa ella, pero sin embargo ahí estaba, debajo de arriba y arriba del mar oculto. Sus altas torres tampoco mentían y se alzaban hacía el cielo logrando esta vez y de verdad el principal objetivo por el que se concibieron en un principio la construcción de las torres; alcanzar el cielo.

¿Es esta música lo que te hace pensar así? ¿Esa música constante? Te pregunta ella, pero no sabe que contestar. Entonces, como algo predicho, el cuchillo cayó y partió por la mitad esa perfecta cúpula de realidad haciendo añicos sueños de millones y separando por siempre realidades alternativas. No hay sangre, pero no hace falta para poder imaginarla en el dolor, expresión y sentimiento de lo vivo que había allí, más allá del alba apagada.

Pero el cuchillo muestra otra gran ciudad, similar pero igual de perfecta le comentas y ella se fija entonces en el adorno ovalado y redondo que tiene en un lateral, ahí donde olvidamos los detalles de lo cotidiano, ya sabéis de que hablo, de eso que aunque se toque se olvida por completo, pobre arte piensan ambos.


“Y esta ciudad más fría…” te pregunta “¿se concibe igual…?” pero sobraban las palabras y lo obvio resaltaba, aquí, en la oscuridad que os llena, aquí, en los sonidos poco escuchados e infravalorados.

“Dime” sigue preguntando “¿Esa lágrima fue sincera?” pero la respuesta se responde con el tiempo, cuando se supere la prueba, cuando se reafirme uno mismo…


Nada ha cambiado, sigue cayendo agua de arriba pero ahora ella parece no tener nada de miedo, en su rostro si ha cambiado algo. Al mirar alrededor vemos menos seres de mirada vacía. Él pregunta de nuevo acerca de ellos y ella contesta muy por lo bajo, entonces se acerca a uno de ellos y empieza a golpearle, a destrozarlo, a darle una nueva forma, a hacer lo que no se debería hacer…

Pero aunque ya no se tenga miedo hay otros precios que pagar y la malévola sonrisa de ella lo reafirma, comprendiendo así lo terrible de su ser, lo influyente de ojos vacíos que aunque no sepan como o no tengan la capacidad logran doblegar realidades y alterar cursos sagrados.



Y ahora… ella te mira, y te pide que le lleves a la luz… a esa lluvia que llora…


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