lunes, 26 de enero de 2009

Madre...

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Un gran abrazo precedió al silencio, un abrazo de amor de misma sangre. Aquel que llamaba hijo se hallaba ileso entre sus brazos, había luchado mucho últimamente, lo notaba con solo su alterada respiración, pero ya podía estar tranquilo, por que nada en el mundo puede quebrantar la protección que solo puede ofrece el abrazo de una madre.

Estuvieron largo rato charlando mientras le ofrecía una taza de café al artista, este, lo agradeció y le calmó un poco. Miraba de un lado a otro el lugar donde había estado viviendo hace poco para percatarse de pocos cambios, su madre seguía siendo muy estática en su manera de ser, eso, en parte, le alegró.

Según pudo contar el artista, era hora de levantarse, de romper barreras y hechos, de derrumbar el supuesto e indestructible pilar central de un monopolio injusto e incomprensible. Estas palabras, solo dañaron el corazón de su madre, que le recordaban a ella hace tiempo y de lo cual asumió que las ideas, o al menos el carácter, se hallaba en la sangre.

Pero… con un estruendo propio de mil tormentas, la puerta se derrumbó revelando el inminente futuro:

Los Caballeros se hallaban en un posición de uno a cada lado de la puerta y los otros dos escondidos, con la agilidad y estrategia propia de militares, entraron en fila con velocidad casi vertiginosa. En ese momento se escuchó, en el tiempo de un parpadeo por parte de los sorprendidos, un disparo de arma que iluminó la sala con un bello naranja mortal. No ocurrió nada, hasta unos segundos después que una madre cayendo dejaba el mundo orgullosa de un hijo, como siempre debería ser en todas las familias, pero que en esta ocasión se convertía en una injusticia por parte del tan odiado y nombrado sistema, que les alteraba la paz en ese momento y por el resto de una recien nacida y tormentosa vida… 

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