Un fugaz pensamiento invadió su mente, en el vio cosas que pocos hombres se atreverían siquiera a imaginar, entonces la ansias de una ira ya decidida le impuso su siguiente paso, se dejó dominar por ello.
Canciones sobre el fin del mundo le vinieron de sopetón a la cabeza a la vez que recordaba una peculiar figura reconocida:
Recordó entonces a uno de sus maestros, quizás no el mejor, pero si el más original. Un hombre calvo y excéntrico, que buscaba el arte en todas las cosas y de todas las formas posibles. Una de ellas era con el pecado de asesinar. Más de una vez lo había sorprendido con pequeños animales en ritos impuros e intolerables, quizás por eso dejó de verlo, quien sabe si ese hombre llegaría al limite de practicarlo con algo más grande como personas. Probablemente, hoy en día, ya estará encerrado en algún lugar poco bello e inspirador. Pero al artista parte de esa manera de pensar de su maestro se le había quedado impregnada, e imaginó a los Caballeros como aquellos animales que estaban listos para formar parte de la eternidad como solo lo puede brindar el ser del arte.
Buscó en la habitación, sabia que su madre tendría algo que sirviera para llevar a cabo el futuro acontecimiento, unas viejas tijeras que ya casi estaban olvidadas debido al sustituto, un pequeño aparato desprendedor de calor a altas temperaturas que cortaba todo tipo de cosas. A efectos prácticos servían para lo mismo, eso le bastaba.
La canción sobre el fin del mundo pareció también llegarles a la mente a los otros Caballeros cuando vieron a su compañero caído, sin demorarse, lo pasaron por encima sin respeto alguno en dirección al supuesto caos. A la altura de la puerta de la habitación refugio del asesino, una fugaz figura apareció por ella chocando con un empujón al Caballero que iba delante tumbándolo así por sorpresa, entonces mientras quiso incorporarse vio un reguero de sangre que le bañó, solo pudo apreciar al artista clavando algo a su compañero aún en pie. Con un grito de rabia, dio una patada desde su posición del suelo a las piernas del agresor haciendo que perdiera el equilibrio tirándolo también hacia el suelo a la vez que su compañero caía en redondo irremediablemente debido al frió golpe que suele regalar la muerte. Sin pensárselo, el Caballero se levantó del suelo y le propinó un duro disparo al artista que intentaba incorporarse. Luego, solo hubo silencio unos segundos…
El Caballero comprobó que su compañero realmente estuviera muerto, de la rabia de ver que era así, le propinó acto seguido una patada al artista que se hallaba moribundo, comprobando así de paso que seguía vivo cuando lo vio retorcerse de dolor. Al parecer, la bala le había alcanzado en el hombro. “Un hijo de puta con suerte” pensó antes de noquearlo del todo golpeándole en la nuca.
El artista antes de ver solo oscuridad, terminó de recordar la canción y lo que siempre le decía su loco maestro. Quizás no el mejor, pero si el más original, había demostrado que aún se hallaba dentro de él dispuesto a enseñarle más cosas sobre esa pasión a veces tan bella, a veces tan mortal, como lo es el arte.
Después, solo hubo sueños…
1 comentario:
El ARTE, es a veces, por no decir siempre ¿locura?
Veo la influencia de un gran escritor, el maestro, y el de su "aprendiz" y también intuyo a otro seguidor... Somoza nos absorbe!
El Arte, con música y letras crean una realidad en la imaginación de aquellos que intentamos ver lo que no es tan real o quizá lo que transita en un mundo paralelo...
Beso rojo
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