El anciano caminaba una vez más hacía el río, exactamente hacía aquella vieja costumbre que tanto lo desgastó pero que nunca quiso quitar.
En los últimos años su costumbre había cambiado ligeramente, ahora ya no quería ver las dulces tardes estivales, ahora su alma había decidido ver el inexistente dorado del cielo nocturno atribuyéndolo a la vejez constante que siempre se recordaba.
Esa noche había menos barcas que de costumbre, pero a él le sobraba con una, no le hacía falta más y siempre habría una para poder “coger prestada” tan solo un par de horas de delirios de artista.
Una vez subido a ella, remó un poco hacía el centro el río hasta que pudo dejar que la corriente le dejara guiar y así poder descansar sus oxidados brazos, se recostó como de costumbre y dejó que el cielo le mirara a los ojos con sus pequeñas y mil miradas.
Apagado el cielo estival y se desliza
La barca por el agua en calma y lisa…
Íntima permanece la noche con delicia.
Una hora después la barca seguía dejándose llevar por el imponente río eterno, el anciano ya había divagado lo suficiente en su mente para poder sacar de los viejos baúles de trastos antiguos las palabras necesarias para, una vez más, deleitarse el solo en su pragmática soledad:
Laurel de dulce aroma que se aferró a mí,
Osas poseerme como un títere,
Sensaciones absurdas de arlequín,
Invaden mi mente constantemente.
En los veranos eternos te amé,
No más que una vez,
Todo te entregué sin embargo,
Oscuro deseo de llanto.
A su vez te mostraste imparcial,
Loca deidad de caricias,
Incluso en amor se puede morir
Como un rey sin reino.
Instintivamente me odié,
A ti me condené…
Empezó a divisar la melancolía acercarse, pero no se dejó llevar cantando una improvisada canción de su invención, como a él siempre le gustaba:
Vientos de cambio y pobreza me acercan un poco más a ti, y de dolor pude vivir bajo el prisma de incomprensión.
Sí tan solo deseé lo mejor, ¿por qué Dios me castigó así? ¿no es amar lo vital y lo que nos hace predicar? He sido justo con la vida pero ella y su orgullo nos devuelve incomprensibles golpes de silencio.
Alicia vives en mi reino, cuidada por mi peculiar dulzura,
vives en el revés del revés por decisión unánime.
No he condenado a nadie, la razón se condena sola
cuando te muestras como eres ante ella.
Alicia de dulce y pícara mirada, condénanos una vez más lejos de este mundo, donde pobres lógicas que no encajan se muestran más comprensibles que la propia razón creada.
Alicia, de ilusiones vive el hombre, pero quizás se refiera al otro sentido, por lo que somos diseñadores de la basta existencia de un Dios que no nos dio nada, entonces agradéceselo, es el mayor regalo posible.
Alicia, no me hartaré de escucharte, pero no me refiero solo a tu voz y a tu corazón, si no a eso que se refiere las habladurías de la gente que cree conocernos a ti y a tu historia, a esa esencia que creamos juntos como si hubiésemos concebido un hijo imposible de mirada sana.
Alicia…
El anciano calló, ante él se encontraba desnuda e inmaculada su eterno motivo de existencia, la criatura más bella y perfecta mostraba su cuerpo para calmarlo del dolor.
Se posó sobre sus rodilla y le abrazo con sus cortos brazos, el corazón empezó a latir cada vez más lento, pero cada latido estaba más lleno de energía que todos los que había dado en su vida. Sentía el calor deseado que estaba encerrado en esa jaula prohibida y, mientras miraba hacía el cielo, el anciano sonrío como hacía tiempo que no lo hacía.
Hubo unas últimas palabras, antes de que el brazo golpeara con su peso el suelo de la barca…
Es como ir por un caudal corriendo,
Ligero y tan fugaz como un destello…
La vida, dime: ¿es algo más que un sueño?
HJOCLNT
Dedicado a Charles Lutwidge Dodgson, maestro del sin sentido, del doble sentido y de las matemáticas. Gracias por impregnarte un poco en mí y espero que seas feliz en ese mundo de maravillas en el espejo…