miércoles, 28 de enero de 2009

De venganzas y parpadeos...

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Un fugaz pensamiento invadió su mente, en el vio cosas que pocos hombres se atreverían siquiera a imaginar, entonces la ansias de una ira ya decidida le impuso su siguiente paso, se dejó dominar por ello.

Canciones sobre el fin del mundo le vinieron de sopetón a la cabeza a la vez que recordaba una peculiar figura reconocida:



Recordó entonces a uno de sus maestros, quizás no el mejor, pero si el más original. Un hombre calvo y excéntrico, que buscaba el arte en todas las cosas y de todas las formas posibles. Una de ellas era con el pecado de asesinar. Más de una vez lo había sorprendido con pequeños animales en ritos impuros e intolerables, quizás por eso dejó de verlo, quien sabe si ese hombre llegaría al limite de practicarlo con algo más grande como personas. Probablemente, hoy en día, ya estará encerrado en algún lugar poco bello e inspirador. Pero al artista parte de esa manera de pensar de su maestro se le había quedado impregnada, e imaginó a los Caballeros como aquellos animales que estaban listos para formar parte de la eternidad como solo lo puede brindar el ser del arte.

Buscó en la habitación, sabia que su madre tendría algo que sirviera para llevar a cabo el futuro acontecimiento, unas viejas tijeras que ya casi estaban olvidadas debido al sustituto, un pequeño aparato desprendedor de calor a altas temperaturas que cortaba todo tipo de cosas. A efectos prácticos servían para lo mismo, eso le bastaba.

Creyó sonreír de una manera como nunca lo había hecho mientras salía por la puerta, escuchó ruido a su derecha por el pasillo y como un depredador sin temor ni conciencia, se acercó con un sigilo sobrehumano, ágil y directo. Al doblar la esquina pudo encontrar a uno de ellos de espaldas, que caprichoso el destino que quiso que estuviera así mientras recibía un letal golpe de viejo utensilio en todo el lateral del cuello. El golpe en el suelo fue seco con lo cual alertó a los demás que se hallaban no muy lejos, pero eso no impidió al artista volver a su lugar de origen para esperar a sus siguientes victimas.

La canción sobre el fin del mundo pareció también llegarles a la mente a los otros Caballeros cuando vieron a su compañero caído, sin demorarse, lo pasaron por encima sin respeto alguno en dirección al supuesto caos. A la altura de la puerta de la habitación refugio del asesino, una fugaz figura apareció por ella chocando con un empujón al Caballero que iba delante tumbándolo así por sorpresa, entonces mientras quiso incorporarse vio un reguero de sangre que le bañó, solo pudo apreciar al artista clavando algo a su compañero aún en pie. Con un grito de rabia, dio una patada desde su posición del suelo a las piernas del agresor haciendo que perdiera el equilibrio tirándolo también hacia el suelo a la vez que su compañero caía en redondo irremediablemente debido al frió golpe que suele regalar la muerte. Sin pensárselo, el Caballero se levantó del suelo y le propinó un duro disparo al artista que intentaba incorporarse. Luego, solo hubo silencio unos segundos…

El Caballero comprobó que su compañero realmente estuviera muerto, de la rabia de ver que era así, le propinó acto seguido una patada al artista que se hallaba moribundo, comprobando así de paso que seguía vivo cuando lo vio retorcerse de dolor. Al parecer, la bala le había alcanzado en el hombro. “Un hijo de puta con suerte” pensó antes de noquearlo del todo golpeándole en la nuca.

El artista antes de ver solo oscuridad, terminó de recordar la canción y lo que siempre le decía su loco maestro. Quizás no el mejor, pero si el más original, había demostrado que aún se hallaba dentro de él dispuesto a enseñarle más cosas sobre esa pasión a veces tan bella, a veces tan mortal, como lo es el arte.

Después, solo hubo sueños…

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lunes, 26 de enero de 2009

Madre...

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Un gran abrazo precedió al silencio, un abrazo de amor de misma sangre. Aquel que llamaba hijo se hallaba ileso entre sus brazos, había luchado mucho últimamente, lo notaba con solo su alterada respiración, pero ya podía estar tranquilo, por que nada en el mundo puede quebrantar la protección que solo puede ofrece el abrazo de una madre.

Estuvieron largo rato charlando mientras le ofrecía una taza de café al artista, este, lo agradeció y le calmó un poco. Miraba de un lado a otro el lugar donde había estado viviendo hace poco para percatarse de pocos cambios, su madre seguía siendo muy estática en su manera de ser, eso, en parte, le alegró.

Según pudo contar el artista, era hora de levantarse, de romper barreras y hechos, de derrumbar el supuesto e indestructible pilar central de un monopolio injusto e incomprensible. Estas palabras, solo dañaron el corazón de su madre, que le recordaban a ella hace tiempo y de lo cual asumió que las ideas, o al menos el carácter, se hallaba en la sangre.

Pero… con un estruendo propio de mil tormentas, la puerta se derrumbó revelando el inminente futuro:

Los Caballeros se hallaban en un posición de uno a cada lado de la puerta y los otros dos escondidos, con la agilidad y estrategia propia de militares, entraron en fila con velocidad casi vertiginosa. En ese momento se escuchó, en el tiempo de un parpadeo por parte de los sorprendidos, un disparo de arma que iluminó la sala con un bello naranja mortal. No ocurrió nada, hasta unos segundos después que una madre cayendo dejaba el mundo orgullosa de un hijo, como siempre debería ser en todas las familias, pero que en esta ocasión se convertía en una injusticia por parte del tan odiado y nombrado sistema, que les alteraba la paz en ese momento y por el resto de una recien nacida y tormentosa vida… 

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Un inciso en el camino...

Ursiban y yo realizamos un inciso en el viaje hacia el este del país donde nos hallábamos ahora, conducidos, quizás, por el destino en busca de respuestas sobre el camino a seguir. Allí visitamos a un buen amigo mío, un poeta de palabras sinceras, de un romance eterno por todo lo que ama y de un corazón siempre en la mano, como ya le dije una vez en una estación de trenes mientras veíamos pasar a personas e imaginábamos sus vidas, sueños y esperanzas. Este poeta, merecía de hace tiempo ser visitado y finalmente pasamos una estancia genial de almas hermanas.

Desde un primer momento hubo un contacto muy amistoso, para no habernos visto nunca fue algo bastante familiar. Hubo una conversación inicial como con alguien que se conoce de hace tiempo, incluso tuve la sensación de que él y yo ya nos conocíamos de otra vida pasada.

El como conectamos me hizo recordar a la casi reciente conversación sobre los “hilos” que había tenido con Ursiban, con este amigo ya existían hilos previos que terminaron reforzándose aún más, pero también se formaron nuevas conexiones. Vaya, me acabo de dar cuenta que Ursiban realmente me ha influido aunque sea un poquito, como si fuéramos una especie de Quijote y Sancho que lograron influirse uno al otro.

Hubo comida de buena mesa especiada con hospitalidad, charlas impregnadas de naturalidad, teorías e ideas sobre textos que querían nacer, un visionado de una especie de Ciencia del Sueño que casi se tomó a lo literal y alguna que otra cosa como el caminar solitario por parte de Ursiban por esas tierras de magia existente y palpable. No me explicó mucho, como de costumbre, pero por sus ojos vi que sentía un poquito más de paz en el interior.

Ya para coger el tren de regreso, hubo tristeza por la corta estancia allí, pero alegría por el tiempo intercambiado y por las visiones de un futuro cercano. Ya en el tren, nos dejamos hipnotizar por los paisajes mientras en sueños perdíamos los sonidos de una Islandia olvidada…

Y proseguimos el viaje, pero, la historia continua en otro lugar...


Este texto está dedicado a un gran alma que me ha robado un poco de mí, gracias por hacerme ver un poco más la vida con más colores y menos grises y por regalarnos a todos esos textos de pureza. Por cierto, ¿recuerdas lo que dije que quería probar a escribir? Aquí tienes:

No entiendo de amor...

19 segundos

Dime que opinas ;)

sábado, 17 de enero de 2009

Por siempre, quizás, este otoño con forma de jaula...

Desde...

Una mujer ya entrada en años agarró virtualmente con el brazo en su maquinaria virtual el periódico matutino que se le enviaba a su correo sin falta a las siete de la mañana. Se podía leer en portada sobre la convención mundial que ocurriría pronto en Cydonia para celebrar el aniversario de esas estupidas leyes así como repasar la evolución de dicha situación. Se notaba que, supuestamente, no ocurría nada interesante por el mundo para estar eso en portada. Pero a la mujer le llamó más la atención un pequeño recuadro que aparecía en una esquina de la plana virtual, trataba sobre la búsqueda de un artista que había quemado obras que estaban ocultas no estando así en propiedad del estado. Abrió escribiendo el número correspondiente de la página y leyó sin demora. Tras un rato, la mujer pareció reconocer al fugitivo y se puso melancólica, se desconectó de la maquina y se alejó acercándose a la ventana.


Registrando en el cajón de la memoria, empezó a recordar una historia que le contaba su abuelo sobre una invasión, algo ficticio, pero que le resultaba familiar al sentirse atrapada en ese mundo roto y sin alma:


Le encantaba aquella historia, incluso le puso melodía siendo muy pequeña, y desde entonces cuando se sentía triste la cantaba para acordarse de su abuelo y de su pasado más alegre y sin ataduras.


Se preguntó mientras miraba por la ventana como se sentirían todas las personas que vivían en la ciudad, si tendrían las mismas dudas que ella o simplemente se dejarían llevar por las circunstancias, y si era el caso, ¿Cómo pensarían? ¿Cuál era su filosofía? Habían tantas dudas que solo lograban carcomerle e inquietarla, que prefería no pensar mucho en ello e intentar vivir como pudiera con su justo sueldo y soledad deseada surgida de miedos internos.


El aparato virtual emitió un pequeño zumbido, al parecer el periódico había sido actualizado. Tuvo un extraño presentimiento y sin muchas ganas miró por casualidad de que noticia se trataba. Efectivamente la sensación no se equivocaba mucho y comprobó que la noticia del fugitivo se había ampliado para indicar que se rumoreaba que se podía haber escondido en Cydonia por el barrio del distrito A47. Trago un poco de saliva tras leer eso y se desconectó tranquilamente de la maquina mientras se acercaba a la puerta de su casa.


Esperó largo rato mientras la melodía que tanto apreciaba no se marchaba de su cabeza, recordaba cada una de las palabras de aquella historia y le encantaba sumirse en el placer de las palabras nostálgicas que tanto formaban parte de ella.


Por fin, la puerta se abrió para ver pasar al muchacho al que llamaba hijo y que se había metido en una grave situación por haber llegado más lejos de lo permitido. En el fondo, aún sabiendo el mal provocado, se sentía orgullosa de que él fuera uno de los rompe pilares de una sociedad marchitada de belleza artificial…

A...

viernes, 16 de enero de 2009

Desde...

El artista caminaba desorientado, no paraba de quejarse y tocarse las pequeñas pero abundantes heridas que tenía por todo el cuerpo y sobretodo en la cara. Miró al cielo nocturno que había en los muelles de la ciudad, la contaminación lumínica no dejaba ver nada pero a él no le importó, siguió observando como si viera algo que solo sus ojos estuvieran adecuados para ver.


- Idiota… -pareció articular para sí mismo- …tanto alboroto por esa maldita pintura….


Parecía más enojado por el comportamiento de su anfitrión que por el robo en sí, al fin y al cabo no estaba orgulloso de esa supuesta obra maestra.
Tras una larga caminata que a cualquier persona hubiera agotado, el caminante llegó a un lugar apartado de cualquier civilización en el cual había tan solo una especie de cobertizo. Con extremo sigilo se introdujo en el siniestro lugar.


Dentro, el joven manejó decenas de cables que estaban conectados a una especie de cubo de luces anaranjadas, este estaba abierto y medio despedazado. Sin titubear, se enganchó una especie de pulsera con dos pinchos afilados que parecían indicar que se debían clavar en las venas, acto seguido de ponérselo, un punzante dolor le recorrió todo el cuerpo para después ser aliviado por una especie de suero que pareció segregar la pulsera. Un instante después aún con los ojos entornados de dolor y alivio, se puso un extraño aparato en la cabeza que cubría con dos pequeños extremos los oídos. Miró dirección al cubo y con ansia, el artista cogió uno de los cables del cubo similar a una clavija y lo introdujo en el aparato de su cabeza:


Al son de la música prohibida, el artista se dejó llevar transformando con la mente todo lo que se hallaba a su alrededor. Las paredes de aquel lugar abandonado mostraron entonces decenas de pinturas que segregaban talento propio mientras chorreaban como un líquido espeso, el techo mostró una araña de cristal que iluminó el lugar con luz dorada propia de una estrella joven y el suelo se recubrió de colores metálicos de épocas pasadas.


Mientras giraba sobre sí mismo cogió un papel de una libreta arrugada por la humedad y comenzó a dibujar, mostrando su nueva visión del mundo que tenía que hacer para derrotar sus miedos ante aquel chico que tanto le inspiraba y no le dejaba ser él mismo. Su plan con el “coleccionista” quizá había fallado, pero aún le quedaba su cubo pirateado y su licencia de artista que le permitía ir más lejos que la mayoría de personas en aquel mundo en el que el arte se había convertido en un monopolio. Él quizá era un esclavo del gobierno condenado a ser un engranaje más en aquella maquinaria creadora de dinero y explotadora de almas artísticas, pero su talento le permitía llegar más lejos y saltarse las leyes con informática infame, recursos de dudosa procedencia y contactos blasfemos tanto de las altas como de las bajas esferas.


Pulsó en la pulsera una especie de botón para darse otra dosis de agradecida y violenta “musa” y comprendió entonces mientras el dolor y el éxtasis le paraba el corazón durante un segundo que tenía que crear en ese instante.


Gritó de alegría y creyó alcanzar una especie de orgasmo, entonces con violencia buscó aquellas obras suyas que le había condenado a creerse inferior, agarró todo lo que Ursiban le había dado tan solo con su presencia y sin dudarlo, se quito el cable del cubo pero no la canción de la mente y salió fuera para prenderlo todo en una hoguera que le purificara de la divinidad. Encendió cada una de las obras para que el humo formara parte del cielo mientras el olor a lienzo y pintura quemada le mareaba un poco. 


Una vez terminó, vio arder todas esas obras por las que muchos ciudadanos hubieran matado o gastado su posibilidad de compra sin pensarlo, la acción ya estaba realizada y ni el mismo cielo podía echar atrás aquel ataque de supuesta clarividencia.


Pronto el artista caería al suelo rendido de la excitación, pero eso no le pararía a realizar la obra final que tenía en mente, esa obra que incluía destruir su ultima pintura, la de gran tamaño que se hallaba en su estudio de la ciudad, la cual había dado la gota que colmaba el vaso.


Con los acordes finales y los restos del clímax de la canción que tanto conocía, levantó los brazos hacía el cielo mientras observaba el pequeño papel en el que había dibujado hace un momento decorado a su vez por el intermitente resplandor de unas llamas de renovación.

A...

jueves, 8 de enero de 2009

Le estoy cogiendo gustillo a esto de escribir mientras me inspiro escuchando una canción, por ello he creado este grupo del Last.fm: "Música en las Palabras..."

Pero no es mi estilo en este blog, así que lo haré solo una vez, siendo este metodo habitual en el suodicho grupo.

(Texto basado en la canción Part 2 del grupo "Boris" la cual está en su disco "Feedbacker"):

La noche era de cielo despejado, con una luna en cuarto menguante que ya se distinguía como la conocida "uña del diablo", eso le trajo un mal presentimiento a la figura que andaba sola por las calles a esas inseguras horas.
Levantó la vista para intentar dibujar un cuadro en su mente con aquel extraño cielo, pero solo surgieron ideas ya concebidas, pero eso no le desanimó y siguió adelante hacia su destino. Aferró un poco más contra su pecho la pintura envuelta, la protegería aunque fuera con su vida.

Tras un rato, ya caminando por el puerto, la figura se detuvo enfrente de la puerta de una enorme nave, golpeo sin titubear mientras miraba alrededor algo nervioso. La puerta se abrió un poco y un inquieto ojo se asomó rápidamente y en un fugaz movimiento la puerta se abrió del todo haciendo pasar casi a trompicones al misterioso invitado.

Una vez dentro, se pudo apreciar decenas de obras de arte por todos lados, la mayoría cubiertas por mantas viejas, faltandoles así al respeto al tapar su belleza eterna.

Una oronda figura apareció lentamente desde las sombras, el visitante se sobresaltó al no verlo venir y se puso un poco más nervioso, intentó tomar la compostura pero no lo logró del todo. Miró a los ojos de aquel tipo, sin duda, era él, estaba enfrente de aquel temido tipo del que tanto había oído hablar, aquel coleccionista que había hecho estragos por toda la comunidad de artistas. Siempre lograba escabullirse de las acusaciones dejandolo siempre de inocente, pero él sabía que las malas lenguas poco se equivocan después de todo.

El orondo tipo le miró de arriba a abajo, carraspeó un poco y pronunció con voz muy grave:

- ¿Y bien?

El extraño en aquel lugar no supo como reaccionar, esa pregunta le desconcertó bastante y tuvo que pensarlo muy bien antes de hablar:

- Tengo algo para ti que no podrás rechazar.

En respuesta, el hombre que le recibía realizó un gesto levantando la mano y acto seguido aparecieron dos tipos muy serios desde las sombras y se pararon a los lados de él:

- Que mal educado...

- ¡Perdone! -se disculpó el visitante- señor... -le costó decir a tan infame personaje- ...he traído para usted algo que podría interesarle, usted que aprecia tanto el buen arte.

Había oído hablar de lo maniático y "pudoroso" que podía llegar a ser el coleccionista, pero esto le parecía hasta absurdo, así que sin más rodeos le alcanzó la preciada pintura que llevaba.

El peculiar coleccionista miró a su compañero y este cogió rápidamente la pintura, le quitó el envoltorio y una foto cayó al suelo, todos la miraron mientras el tipo le pasó a su señor el objeto. Hubo un rato de silencio mientras el coleccionista miraba la obra, al parecer siempre se tomaba su tiempo realizando profundos análisis.

Un rato después, mientras uno de los esbirros cogía la foto y la observaba, el coleccionista al fin reaccionó:

- ¿Lo has hecho tú?

- Sí... -la pregunta le dolió, así era, pero no estaba orgulloso de ello.

- ¡Es una gran obra! ¡Realmente has conseguido impregnarme de tu arte! ¡A mí! -pareció entre indignado y feliz, si se podía estar de esas dos maneras.

- Pero... -dijo con mucho pesar.

- ¿¡Qué!? -le sorprendió al coleccionista- no ha excusas validas, hay una buena obra aquí, sin duda.

- Parte del merito lo tiene otra persona...

- ¿A qué te refieres?

Señaló la foto que tenía uno de los hombres, en un instante, el hombre se la pasó al coleccionista.

- Tengo en casa otra obra, mucho más grande, que me gustaría que usted viera...

- ¿Y como dices que se llama este chico...?